En las puertas de este nuevo siglo muchas voces pedían la transformación de la educación, no solo en los métodos de aprendizaje que ya había muchos y muy sorprendentes, sino en el sentido y la significación del  estudio para el aprendiz, para el estudiante.

El mundo dejó de tener sentido en la medida en que los adolescentes tenían más poder y consciencia de la sociedad en que vivían, arrancar a los jóvenes de una iniciación a la vida adulta para seguirlos preparando y elevar su nivel de habilidades para la industria generó que, al paso de los años ellos quisieran seguir otros caminos, después de todo, abogados, ingenieros o médicos parecía ya haber muchos.

Generó también, que se prolongara su adolescencia, como un sueño del que muchos nunca despertaron, más allá si lograron ser profesionistas o ser exitosos en su vida material, después de todo como diría el maestro Samuel Ramos, la competencia y la búsqueda del reconocimiento y el éxito son conductas infantiles.

La creación de un mercado de gustos inducidos, de íconos y modas que los separaban de sus padres, creando brechas cada vez más grandes significaba que en algún momento el mundo adulto ya no tuviera significado para ellos, algo se había roto ya que, por miles de años lo seres humanos fueron grupos bien cohesionados, donde cada miembro de la tribu tenía un papel muy definido, y en el que había un líder, el que determinaba cuales eran las mejores decisiones para tomar.

Los niños crecían cerca de su madre y en algún momento eran iniciados a otra vida, a la adulta, existía un rito que seguir, pruebas que afrontar, había que dejar atrás un tiempo para iniciar en otro totalmente diferente, eso hoy no existe, lo que miramos son remanentes, costumbres degradadas de liderazgo familiar y poder del grupo.

Detener el desarrollo como lo conocemos y entendemos será todo un reto, tenemos adultos con mentes de niños, que ejercen su sexualidad plenamente sin mayor problema, sin mayor restricción que el tener con quién hacerlo, sin necesidad de crecer, es la necesidad de llevarlos más lejos en el aprendizaje lo que retrasa la entrada a su vida adulta, es el mito de la prosperidad y el tener algo antes de casarse para iniciar de una manera sólida, es finalmente, la necesidad de otro sobre el derecho a vivir su propia vida a millones.

Es esquilmar los años más productivos a través de enajenar vidas para orientarlas casi totalmente al beneficio de otro, es vender la idea de disfrutar la vida antes de adquirir responsabilidades, luego se invierte el proceso, la lucha por recuperar lo perdido, la lucha por parecer joven y no ser desechado por el sistema, por la sociedad y con las vidas partidas sin entender qué pasó.

El conocimiento que reciben en las escuelas les da muchas habilidades, les abre nuevas ventanas que les permitirían en teoría ver mucho más allá que sus padres y abuelos, sin embargo, las habilidades no son todo en el desarrollo de un ser humano, hay algo no explorado, algo más profundo que les hace ser humanos, pensar, reflexionar, preguntar y hallar respuestas por sí mismos, no recibirlas ya procesadas.

Para conocer un camino hay que andarlo, en el conocimiento es igual, no entender el proceso en que algo ha surgido es perder el camino que lleva a él, es perder tal vez la oportunidad de revalorar cada paso y plantearse nuevas posibilidades, andarlo es expandir la mente.

Es como aprender la historia en la escuela, la cual es una ciencia social apasionante, cuando se enseña en todas sus dimensiones, como cuando el abuelo contaba cuentos a la luz de una fogata, sin embargo, se enseña plana, se da mas importancia a aprender las fechas, nombres, ganadores y perdedores, sin los contextos, sin las repercusiones, sin entender las razones de aquello.

La historia es como desmadejar el estambre de tiempo y a través de él mirar otras vidas, para transportar la mente a otro momento, a otras circunstancias y apreciar lo que significa una casa o una piedra, a través de la cuál poder mirar cara a cara a aquellos que la trabajaron, descubrirlos en su dimensión humana, es encontrarse con otros seres humanos que vivieron 100, 200 o mil años antes, es como recibir un mensaje desde otro tiempo, y por qué no decirlo, desde otro mundo.

La historia no solo es conocer lo que sucedió en un periodo determinado, es descubrir como incide en nuestra vida, nuestra historia personal y nos hace parte y continuadores de aquello.

Es poder mirar a través de un relato a la gente caminar por las calles, hacer sus cosas de todos los días, sentir el ritmo de sus vidas y luego volver al presente y darse cuenta de que ellos somos nosotros.

Es por eso, especulo yo, que a muchos les atraen las artes y la historia, porque ellas encierran lo complejo de nuestra mente, desde las imposiciones de manos en muchas cavernas, hasta las pinturas rupestres, el ser humano siempre intentó apresar aquello que le era importante, ya fuera una bestia o escenas de su vida cotidiana, la pintura es una suerte de magia que hace que su autor se haga dueño de una realidad, y luego la interprete para mostrarnos algo que no captamos, y que al hacerlo, nos permite mirar a través de sus ojos.  

Más adelante lo veremos en las grandes pinturas renacentistas, que a través de ellas podíamos ver aquello que la mente del artista había captado, una realidad única, una especie de encantamiento que nos permitía penetrar la mente del artista y viajar más lejos, como sucede en la última cena de Da Vinci, las profundas pinturas de Jan Van Eyck o Rogier van der Weyden, o las de los grandes maestros italianos como Rafael, Botticelli, Giotto y Miguel Ángel, todos tuvieron el poder de dar vida a sus obras, profundas, poderosas, reales, tan reales que parecen salir del cuadro y mirarnos fijamente.

El arte tiene el poder de hacer mirar, sentir y escuchar más allá, es un camino al conocimiento, pero a otro tipo de saber, a otro tipo de entendimiento, el hombre deja en el arte una puerta que solo los iniciados en él pueden abrir, por eso arrastra, no es casualidad que en el siglo XIII en la incipiente universidad de Paris la cuarta parte de la matrícula era de estudiantes de arte.

Tampoco es casualidad que los seres humanos dancen y canten desde la noche de los tiempos, había algo ahí que los llevaba más lejos, que les permitía manipular el mundo de las cosas, entenderlo y descifrarlo, el arte es conocimiento, solo cuando lleva al ser humano más allá de sus razones terrenales para vivir, por eso tantos grandes maestros en la antigüedad fueron genios, Leonardo, y Miguel Ángel los más conocidos, pero no fueron los únicos, otros como Brunelleschi, escultor, orfebre y arquitecto, gran matemático, conocido por ser el creador de la perspectiva cónica, fue el padre de los planos arquitectónicos.

Estos hombres parecían dominar ambos mundos, la ciencia y el arte y fundirlos, fusionarlos, algo que hoy podría parecer imposible, mentes de espíritus profundos que al mismo tiempo podrían construir un mundo material que reflejara esa sensibilidad.

No, no es casualidad que los jóvenes de hoy busquen el arte para expresar aquello que no pueden a través de un mundo groseramente material, ahí hay conocimiento, hay un saber ancestral atrapado, arquetípico diría Jung, lleno de significados tal vez expresaría Campbell.

El hombre enfrentando sus miedos a través del arte para hallarse a sí mismo, el hombre sublimando lo que en estado consciente tiene enterrado en lo profundo de su alma, no es casual que tanto ayer como ahora los chamanes recurrieran a las hierbas y los encantos para adormilar los lóbulos frontales en busca del espíritu guía, de musa como hacen tantos artistas, de la libertad de sus propias cadenas.

El aprendizaje occidental ha dejado de lado esa parte del ser humano que se comunica consigo mismo, que ve más allá de lo visible, que interpreta y lee cosas que en apariencia no están a la vista de todos, la sensibilidad, la intuición, la creatividad simple.

Hoy se busca utilizar el conocimiento que se ha logrado del cerebro en los últimos 30 años para lograr atajos y controlar desde afuera este, se sabe cual es la parte que mira, la que oye, cuantas zonas se activan con la música, o cuales en específico lo hacen dependiendo de la actividad del sujeto analizado.

Lo que no han entendido es  lo que los antiguos sabían, adormecer la parte racional del cerebro para acceder a soluciones que nuestras propias creencias bloquean, y despertar nuestros lóbulos temporales que es en donde se encuentra nuestra espiritualidad, como diría la psicóloga inglesa Dana Zohar.

Así mientras aquellos ancestros entendieron que de alguna forma abrían ventanas a un conocimiento más profundo a través de su magia, de sus rituales espirituales y de la proyección de su saber interno, nosotros con toda nuestra ciencia nos hemos cerrado esas posibilidades de entendernos y entender el mundo en nuestra búsqueda de controlar el cerebro y no de entenderlo.

El aprendizaje debe abrir ventanas, por eso tanta gente corre a la India, a los monasterios budistas y a prácticas de ese tipo, tratando de hallar en versiones económicas y comerciales lo que por milenios está dentro de cada ser humano, occidente insiste en usar la razón ante todo y esta solo es una parte de este.

Así la educación, especulo, tendrá que transformarse y buscar caminos más holísticos y desarrollar seres humanos más integrales, completos, aunque esto ralentice la velocidad del desarrollo económico, al tiempo acelerará el desarrollo humano y florecería la sociedad en un sentido mucho más amplio que el solo vivir para producir y comprar.